Cuando lloras a tus muertos.
Hace
tiempo cuando falleció mi padre, sentí que el mundo se me vino encima, era
insoportable la idea de no volver a verlo nunca más, de no escuchar sus
consejos, sentir sus abrazos o simplemente no verlo en nuestro hogar desde que
nos dieron la terrible noticia el llanto no se hizo esperar, dolía el pecho y
cada parte de mi cuerpo, inclusive después de darle el adiós, me encerré
en mi habitación y pedía una y otra vez con lágrimas en los ojos volverlo a ver.
Uno
no debe morirse con sus muertos, debemos más bien recordar que donde ardió
el fuego del amor y la vida, debajo de las cenizas muertas, quedan las brasas
esperando el soplo para hacerse las llamas.
Aceptar
que se han ido te ayudará en tu crecimiento personal, pues descubrirás que la
vida debes vivirla sin depender de nadie más. Además, no debes de contener
lágrimas pero tampoco forzarlas a que salgan, no importa si alguien lo
reprueba ni dejes que alguien te obligue, sólo sé tú mismo, saca tu dolor pero
no te ates a él.
Una
vez más te lo digo ¡no mueras con tus muertos! Déjalos partir como cada
estación del año, como las golondrinas en otoño para anidar en otros
climas y volver más números y crecidas en otra primavera.
No
te guardes las lágrimas ni te tragues tu dolor, porque sólo quedarán al acecho
y en cualquier momento pudieses explotar, vive y expresa todo en su momento y
su hora. Déjate de culpas, de remordimientos o reproches, tus muertos
ya no ganan nada con ello y tú tampoco.
Continúa
amándolos aun después de la muerte, recuérdalos con cariño y quizás con ello se
gane algo: otro nacimiento.
A
veces sólo vemos una cara de la muerte y la del otro lado se nos escapa. ¿Qué
sentirías si miraras la muerte como otro nacimiento? Piensa que a la hora
de cosechar, tus muertos no están en el cementerio, en realidad nunca
estuvieron ahí, salvo cuando estaban vivos y si te preguntas ¿entonces
dónde están?, yo no puedo responder por ti, porque yo sé dónde están para mí
los míos y debes preguntarte dónde están para ti los tuyos.
La
realidad es que el cementerio es como un surco donde se arrojan las semillas,
ningún sembrador vuelve a remover la tierra para buscar las semillas ya
sembradas; regresa al campo a la hora de cosechar espigas.
Lamenta
en su momento y guarda sus recuerdos en tu corazón, en algún momento
volverán a reencontrarse, cuando sea tu turno de partir, por el momento
dedícate a vivir y ser feliz.
Mi
madre, quien siempre ha sido una mujer fuerte me preguntó algo que desde
entonces no olvido:¿sabes que en realidad estás llorando por ti y no por él?,
me quedé perplejo ante su pregunta, no lograba entenderla del todo, claro que
lloraba por mi padre, pero entonces al ver mi cara de confusión, mi madre
prosiguió:
Entiendo
que duele perder a alguien, a mí también me ha dolido su partida, pero con
el tiempo he logrado entender que uno llora por sí mismo y no por los que han
partido, es decir, lloramos porque los hemos perdido, porque sabemos que
nunca más estarán a nuestro lado, al menos no físicamente, porque si
supuestamente todo concluye con la muerte, ellos ya no están más, ni siquiera
para lamentarse por haber fallecido y mi pregunta es: si la vida continúa más
allá de la muerte ¿por qué llorarles y sufrirles?
Uno
tiene que aceptar la muerte y dejarlos ir, llorarles un momento pero no atarlos
para siempre a nosotros con nuestras lágrimas. Entender que aunque no
estén más físicamente, su recuerdo seguirá presente en nosotros y nos
acompañarán de por vida de manera espiritual. Recordarlos como ellos eran en
vida y no permitir que su recuerdo se marche.
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